domingo, 20 de noviembre de 2016

Viviendas de uso turístico y la sociedad del bien común




Los desarrollos tecnológicos, especialmente internet ha traído cambios en la manera que las personas se relacionan, hasta el punto en que  hoy en día todos nos preguntamos cómo pudimos vivir antes sin internet o sin teléfonos inteligentes.
Eso ha generado que ciertos sectores reacios a innovar en las características de los productos que ofrecen o empeñados en defender una posición de dominio o monopólica puedan unirse a campañas de desprestigio de las viviendas turísticas. Al fin y al cabo, nuestra historia actual está llena de grandes errores como Trump y  el Brexit, y es sabido que alentar el incendio de la falsedad con propaganda es muy productivo, porque desafortundamente nuestra sociedad suele confundir la verdad con los prejuicios de la mayoría.
Hay una gran diferencia entre el servicio hotelero y el que prestan las viviendas de uso turístico  y puede que aún muchos ciudadanos no sean conscientes que las viviendas turísticas les trae más ganancias que perjuicios. Cuántas veces se ha podido constatar que un mal vecino o un hijo con problemas de conducta es una dificultad de largo plazo que la comunidad no logra resolver, pues es muchas comunidades de vecinos han comenzado a entender que no son perjuicios sino ventajas para ellos: la economía de los barrios se ve beneficiada, hay un mayor interés por mejorar las áreas comunes en los edificios y se genera un mestizaje, ambiente cosmopolita e intercambio cultural.
Nos hemos dedicado a investigar si las personas que ocupan esas viviendas de uso turístico  constituyen conflictos y hemos constatado que en los últimos cinco años han habido ochenta quejas en la ciudad de Valencia por molestias provocadas por algunas viviendas turísticas, frente a miles de quejas o denuncias por molestias provocadas en las comunidades de vecinos por otras circunstancias, todas ellas se resuelven vía administrativa o en caso de escalación, el derecho civil ofrece medios para resolver problemas de convivencia, pero resulta evidente que no se puede discriminar a un no-residente a su derecho de alquilar una vivienda. Tampoco es cierto que un residente autóctono pueda ser  garantía de una buena convivencia vecinal.
Los anfitriones de viviendas turísticas, sin excepción, investigan antes de su aprobación las reseñas de comportamiento de los interesados en ocupar los pisos no solo para evitar el deterioro del piso, pues sería impensable pensar en una renovación permanente de muebles y enseres sino para asegurar que no perturben la tranquilidad de los vecinos.
En las paredes internas de la vivienda que se alquila se exhiben las normas de buen comportamiento con el vecindario,  y se les hace firmar esas normas para más garantía del compromiso. Además se lleva un registro de visitantes que se comunica a las autoridades locales.
Cabe preguntarse si en los hoteles o cuando un nuevo propietario entra a formar parte de una comunidad, recibe algún tipo de decálogo de buen vecino o algún recordatorio de la importancia de respetar la tranquilidad de sus vecinos o se le prohibe hacer fiestas o de salir de botellón. O también podríamos cuestionarnos que aquellos propietarios que alquilan viviendas por periodos anuales, pudieran estar interesados simplemente en  despreocuparse del piso por un largo período de tiempo.
Los propietarios de viviendas de uso turístico cuidan de su ciudad, barrio y de su  comunidad de vecinos. Son además auténticos embajadores que sirven de enlace para el recien llegado con la cultura local.


lunes, 7 de noviembre de 2016

Mi hogar está entre Washington y Valencia



Valencia, 7 de Noviembre de 2016

Washington D.C. es una ciudad donde los lobistas representan a sectores con unos intereses muy especiales a costa de la ciudadanía. La mayoría de las personas educadas de esta zona, incluyéndome a mí, tenemos poco respeto por sus prácticas y también por los políticos que aceptan sus sobornos en forma de contribuciones a sus campañas. El público carente de información no es consciente  y es manipulado mediante sus campañas desinformativas.


Durante los últimos cuatro años he pasado la mitad de mi tiempo en Valencia. Tengo una agencia de viajes en Estados Unidos y a menudo recomiendo  a mis clientes Valencia, por encima de Madrid y Barcelona. También uso y recomiendo plataformas como Airbnb. Las ventajas son demasiado numerosas para enumerarlas ahora. Mi novia administra varias viviendas propiedad de su familia en esta ciudad mediterránea y a menudo tengo el placer de conocer a sus huéspedes. Al igual que yo, son personas bien educadas, maduras y les gusta disfrutar de un ambiente hogareño cuando viajan.

Está claro que el lobby hotelero está promoviendo una percepción negativa de las viviendas turísticas que pertenecen a personas particulares locales y también gestionadas localmente. La campaña está dirigida a un público ingenuo a través de campañas de comunicación en periódicos, consultores externos que presionan a las autoridades locales y por supuesto los confunden con el mal comportamiento de algunos vecinos,  visitantes de los barrios, momentos de botellones, etc, con el uso que por general familias y turistas les dan a estas específicas viviendas turísticas. Así, injustamente se acusa a propietarios de viviendas turísticas de hospedar a grupos de gente que  beben en exceso y quebrantan el orden ciudadano en las calles y en los edificios.  También estos grupos de presión están promoviendo la imagen falsa de que estas viviendas son propiedad de inversores extranjeros.
Toda esta alarma social ha generado que el Ayuntamiento tenga incertidumbre acerca de cómo enfocar la situación.

Es  triste ver cómo las tácticas de las corporaciones lobistas se expanden  a otros lugares. Esparcir una letanía de percepciones erróneas no necesita una gran cantidad de imaginación. Después de todo es normal que los hoteles sirvan como modernos burdeles de día para las trabajadoras sexuales, y también es normal  se benefician del consumo del alcohol en sus bares y en sus habitaciones, son lugares  donde es imposible descansar después de las seis de la mañana por el ruido de los portazos de las habitaciones contiguas, sus empleados están entre los trabajadores peores pagados del país y puedan utilizar la ingeniería financiera y argucias fiscales para no pagar impuestos en España.

El último artículo que leí sobre turismo indicaba que los hoteles no tenían capacidad para acomodar al creciente número de visitantes proyectado para los próximos años. Los propietarios de viviendas turísticas podrían satisfacer este déficit a pesar de las diferencias entre viviendas turísticas y hoteles.

Para un país cuyo motor principal es el turismo, castigar las viviendas turísticas sin causa justificada, significaría además de la merma en la recepción de impuestos sobre la renta, un aumento del número de desempleados o sin sustento y una crisis económica que devengará en el embargo o venta forzosa de bienes inmuebles, en un mercado inmobiliario paralizado.

Es allí donde la responsabilidad de los medios de comunicación de informar fehacientemente al público pesa. Publicitar la versión de un lado sin dar voz al otro lado no sería periodismo responsable.


John Mahlmann
Doctor en Filosofía, University of Maryland, US.

Este artículo ha sido traducido y adaptado a lengua castellana. Fue originalmente redactado en  lengua inglesa. Si prefieres leer la versión original pulsa este enlace: https://goo.gl/3pjcGm